Continente y contenido: la función del Museo en la actualidad
Siempre me ha llamado la atención una frase de Adorno en su libro “Prismas: la crítica de la cultura y la sociedad, Ariel, 1962, p. 187; “Los museos son como los sepulcros familiares de las obras de arte. Dan testimonio de la neutralización de la cultura”. Esta frase me parecía excesiva, exagerada y creo que debida al contexto en el que se encontraba. En el libro Adorno pone en confrontación dos maneras de entender el museo: la visión del poeta Paul Valèry, se oponía al del ensayista y novelista Marcel Proust. El primero representa la visión de que el museo es el lugar en el que ejectuamos (no en sentido de acción o desempeño con arte de algo, sino de dar muerte a un reo) al arte del pasado, museo y mausoleo en esta concepción están unidos, por algo más que por una asociación fonética. Según esta visión el museo es un lugar de “reificación y caos”, esta es la visión del productor del arte. Proust más trascendental, más espiritual ve el museo desde el privilegiado punto del espectador, el museo es el lugar de la recreación o reanimación fantasmagórica (idealización de la espiritualidad de la época) en un teatro especial donde no reina el caos (Valèry), sino la competición entre las obras, entre la belleza en libertad como prueba de la verdad de lo bello.La situación actual de la creación artística nos hace pensar que, posiblemente por primera vez en la historia de la cultura, no existe un lugar concreto para el arte. La belleza y la inteligencia que conforman, en un núcleo de sentido y sentimiento, lo que conocemos vulgarmente como “obra de arte”, se han fragmentado, multiplicado y diversificado. El artista de hoy, el artista que trabaja tal vez pensando excesivamente en el paso de un tiempo que nunca será el suyo, ya no cree que el viejo museo sea el lugar idóneo para que su obra se muestre y se conserve. No solamente me refiero, como muchos pueden pensar, al confuso futuro de disciplinas como la instalación, la performance, el videoarte o cualquier planteamiento virtual o multimedia, sino a obras que se plantean sin las fronteras metodológicas y estrictamente formales del museo. Ya no parece que el arte pueda habitar un lugar concreto. Hal Foster insiste en su libro “diseño y delito”, Akal, 2004 en una tesis radical: la Bauhaus transgredió los antiguos órdenes del arte, pero al hacerlo también promovió la nueva soberanía del diseño capitalista, la nueva economía política del signo mercantilizado. Y una de las cosas en que este libro insiste es en que esta economía política domina ahora las instituciones sociales y culturales (p. 81). El pone el ejemplo del museo Guggenheim el buque insignia de los museos contemporáneos y donde mejor se reconcilia esas dos hipótesosis de Benjamin y Malraux uno la reproducibilidad destruye la obra, otro la engrandece al reproducirla en todo tiempo y lugar, para él el Guggenheim reconcilia perversamente esta oposición dialéctica, por un lado el museo virtual sin muros, se ha convertido en realidad con el museo electrónico (museo on line), por otro el museo se convierte en cine en un fluir cinemáticamente o manar como página web (p.157).
martes, 9 de octubre de 2007
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