jueves, 15 de noviembre de 2007

FREAKS: José Daniel García


INTRODUCCIÓN: ANOMALÍAS HUMANAS
Hasta mediados del siglo XX, era habitual que en las ferias se exhibiera a hombres y mujeres que sufrían malformaciones, normalmente congénitas, deficiencias mentales o comportamientos excéntricos. Estas personas vivían en condiciones infrahumanas y eran explotadas por los dueños de los circos. Sin embargo, muchos prefirieron este modo de vida a ser marginados y perseguidos en sociedad. Algunos llegaron a ser famosos, participando en películas e, incluso, hicieron fortuna.
Actualmente, gracias a los avances médicos, la mayoría de estas anomalías pueden corregirse.
FREAKS, LA PELÍCULA
Título original: Freaks
Título en español: La parada de los monstruos
Director: Tod Browning
País: Estados Unidos
Año de producción: 1932
Duración: 64 minutos B/N
ARGUMENTO
El enano Hans cae prendado de los encantos de Cleopatra, la trapecista del circo, quien, a su vez, se enamora de Hércules, el forzudo. A través de la enana Frieda, Cleo se entera de que Hans ha heredado una gran fortuna y trama un plan con Hércules para casarse con él, envenenarlo y quedarse con todo su dinero. Los amigos de Hans, los fenómenos de circo, Madame Tetrallini, el payaso Phroso y Venus, ex pareja del forzudo, sospechan de Cleo y no creen que ella pueda ser uno de los suyos.
La película parte de un cuento del escritor Tod Robbins, Spurs, “Espuelas”, donde se cuenta la relación entre una trapecista “normal” y un enano y la venganza de éste al descubrir que ha sido burlado. A partir de ahí, el director mezclará esta historia con la de los fenómenos que conviven en el circo hasta convertirlos en los verdaderos protagonistas de la trama. Se filma la vida cotidiana de estas personas que forman una comunidad propia, sus relaciones personales y sus estrechos lazos de solidaridad y afecto. Además, nos advierte de un código ético que es compartido por todos, según el cual la ofensa que recibe uno se hace extensiva a los demás.
CURIOSIDADES
El director, Tod Browning, había cosechado éxito con el rodaje de Drácula (1931) para la que contó con Bela Lugosi, por lo que regresó a la Metro Goldwyn Mayer con el guión de Freaks, a partir de la sugerencia hecha por su amigo Hans, el enano alemán, que tendría el papel protagonista. Browning era un buen conocedor del mundo que quería filmar, ya que había sido artista de circo. Los directivos de la productora se negaron, al principio, pues nunca se había rodado algo tan “horripilante”.
Cuando se estrenó en Estados Unidos, causó un gran escándalo y pronto fue retirada de los cines por el público conservador, que la consideró demasiado horrible. Las reposiciones fueron escasas y en otros países, como Inglaterra, estuvo prohibida.
La película fue incluida dentro del género de terror, si bien la única escena que puede calificarse de tal modo es la de la venganza.
Las deformidades de los actores son auténticas. Sólo se utilizaron efectos especiales en la transformación final de la trapecista.
En esta película apareció por vez primera el término “freak” para referirse en inglés a lo anómalo, anormal, extraño.
ANÁLISIS
Al comienzo de la película, se alude ya a la humanidad del monstruo, a su inteligencia y capacidad para sentir, así como al derecho a recibir un trato digno. Desde la primera escena, el director nos está planteando un cambio de papeles y atributos: Cleopatra aparecerá como el ser perverso que se ríe del enano; Hans, el fenómeno, se mostrará cortés ante la mujer y defenderá su dignidad. Los atributos de inteligencia, bondad y buena educación estarán representados por el liliputiense, no por la mujer.
La escena del día de campo recrea la situación que viven los fenómenos de circo fuera de su comunidad, relegados a la exclusión social, perseguidos e insultados. Este hecho justifica, en cierto modo, la elección del circo como lugar de acogida, donde únicamente pueden vivir con cierta tranquilidad. Es entrañable la defensa de los freaks que hace Madame Tetrallini, cuidadora y representante suya, presentándolos como niños, esto es, seres inocentes, significado totalmente opuesto al de “monstruo”. También son considerados hijos de Dios, lo que equivaldría a darles la categoría de seres humanos, puesta en entredicho constantemente. Browning rinde un particular homenaje a quienes se apiadan de estas personas: Madame Tetrallini, el payaso Phroso y Venus. El circo es retratado como una comunidad de ambiente distendido, donde los artistas conviven alejados de prejuicios, siendo los personajes como el egoísta Hércules y la pérfida Cleo los verdaderos marginados.
En realidad, los fenómenos de circo formaban su propio núcleo y sus condiciones de vida no son tan buenas como aparecen en la película. De hecho, durante el rodaje de Freaks, sólo los enanos y las hermanas siamesas podían acceder al comedor principal. Dentro de esta comunidad, pues, también existían diferentes grados de integración social.
Los representantes, en su mayoría, se alejaban de la imagen bondadosa de Madame Tetrallini. Muchos fenómenos de circo vivían en condiciones inhumanas.
La boda es la escena más famosa de la película y ha pasado a la historia del cine, habiendo sido objeto de innumerables referencias y homenajes, por citar dos ejemplos:
Broadway Danny Rose: Woody Allen cuenta una anécdota sobre una ex esposa siciliana en la que, el día de la boda, la familia de la novia comienza a bailar en torno a él, mientras cantan “we accept him, one of us.”
Soñadores: En la película de Bertolucci, los tres protagonistas, tras cruzar el Louvre corriendo para batir el récord que aparece en el film de Truffaut Jules y Jim, bailan situando al estudiante norteamericano en medio, mientras los gemelos franceses cantan “we accept him, one of us”.
Esta escena es especialmente impactante porque muestra un banquete de bodas en el que los invitados son todos seres deformes, a excepción de Madame Tetrallini, el forzudo Hércules, el payaso Phroso, Venus, el traga-sables, el novio tartamudo de una de las siamesas y la novia, Cleopatra, que comienza a administrar veneno en la bebida de Hans, su esposo, y, en un momento de desinhibición alcohólica, besa al forzudo delante suya.
Según el código de conducta de los “monstruos”, al casarse con el enano, la trapecista pasa a formar parte de su comunidad, por lo que debe superar un rito iniciático consistente en beber champagne de una enorme copa que, previamente, han compartido todos ellos, mientras cantan “we accept her, one of us”. Cleo no puede disimular su asco por los amigos de Hans e, incapaz de mantener la farsa, derrama la copa sobre el enano Angiolillo, insultándole. Por primera vez, aparece el vocablo “freak” para referirse despectivamente a las personas con anomalías.
Todo parece normal en el banquete de boda: la larga mesa compartida, los platos, las copas, el champagne, la tarta… Los invitados tienen el comportamiento habitual en este tipo de celebraciones: cantan, beben y se divierten. Sin embargo, casi todos son seres extraños. El hecho de verles comportarse como humanos vulgares, esto es, sin taras físicas ni mentales, provoca un fuerte impacto en el espectador. Cleo, recién casada, representa lo que la mayoría de la gente sintió al ver la película. Los espectadores se identificaron más con la trapecista que con los fenómenos. En un principio, se esfuerza por seguir un patrón de conducta natural ajustado a su papel de novia. Bebe, grita, se muestra simpática, aunque, en realidad, se está riendo de su marido, un enano, y de sus invitados, unos sucios anormales. Pese a todo, intenta mantener la compostura de acuerdo con el plan trazado en colaboración con el forzudo Hércules, aparentando naturalidad, hasta que los freaks le ofrecen beber de la misma copa en que ellos lo han hecho mientras cantan que la harán una de los suyos. Entonces no puede evitar su repulsión, su asco y su sentimiento de superioridad. En su indignación se nos adelanta la causa de que la película fuera posteriormente prohibida y considerada como algo horroroso: los fenómenos de feria no son filmados en actitudes anómalas o mostrados de forma degradante, sino siguiendo conductas sociales usuales que parecen restringidas a los seres humanos “completos”. La moral conservadora no atacó la película porque atentara contra los derechos de las personas discapacitadas, sino porque sentían la misma repulsión que Cleopatra hacia ellos. En el inconsciente colectivo pervivía la idea de que eran abominaciones de la naturaleza, incluso castigos divinos, y su papel en sociedad no debía salirse de la atracción de feria. Tenían que vivir como animales, encadenados y mostrados en las funciones de circo, pero ocultos durante el resto del tiempo. Verles fuera de contexto, como personas normales en situaciones cotidianas y, especialmente, en celebraciones de la entidad social de una boda, suponía un escándalo. El espectador no estaba preparado para soportar este tipo de imágenes fuera de la feria. El visionado de esta película hería su sensibilidad. La filmación de seres con deformidades podría servir para denunciar el horror real en el que se vivía, la falsedad de los conceptos clásicos de belleza y, por ende, su identificación con lo verdadero y bueno.
“La venganza” fue la justificación de la censura para dar a la obra la calificación “moral” (es significativo que se añada este adjetivo para incluir a las películas dentro de un género u otro) de terror. Ver a la trapecista perseguida por seres deformes que portan cuchillos a través del bosque, en medio de una tormenta, inspiraba miedo en el espectador que, paralizado ante lo grotesco de la escena, olvidaba que los freaks hacían lo justo y que los verdaderos criminales eran Cleopatra y Hércules, culpables de un delito de asesinato frustrado. El relato del héroe que se toma la justicia por su mano o del inocente que se venga de la tiranía forma parte de nuestra tradición y ya había sido tratado en otras películas, contando con el entusiasmo y la aprobación del espectador. Que el monstruo muera es lo habitual, pues la maldad moral se ha asociado con la fealdad física durante siglos. En esta escena, por el contrario, son los seres deformes quienes persiguen a la mujer bella, que, paradójicamente, representa el mal frente a la bondad de los fenómenos de circo. Pero el público no quiso, o no supo, verlo así. Quizá por ello, como la pretensión del director era defender la dignidad del monstruo, no presentarlo como una víctima, los freaks tuvieron opción a la venganza, salvando la vida del payaso Phroso y de Venus, matando al forzudo y convirtiendo al “pavo real del aire” en uno de los suyos.
El acierto, a mi entender, está en presentarnos a fenómenos reales, no a monstruos idealizados ¿Quién bebería de la copa para ser uno de ellos?
No hay una alegoría del incomprendido, los actores que aparecen en ella no simbolizan una defensa de la diferencia, sino de la dignidad humana. El monstruo se muestra tal cual es, con sus deformidades y sus formas de vida, intentando limitar lo morboso y macabro. El shock sobreviene cuando el espectador ve a estas personas en los quehaceres de su acontecer diario, no muy diferente al nuestro, pero mucho más difícil. Disfrutar de un rato tomando el sol parece un insulto frente a las mentes más supersticiosas, que reaccionan indignadas, porque el lugar del fenómeno debe ser la tiniebla. Una boda entre un ser humano “normal” y un enano se considera una aberración, salvo que haya algún propósito oscuro, como es el caso. Es más, una boda entre fenómenos de circo resulta igualmente inquietante.
Browning desnuda los prejuicios compartidos por la mayoría de las sociedades a lo largo de la historia. Sin embargo, nos muestra al monstruo como un ser que, obligado a claudicar ante su inferioridad física o psíquica, y aceptando su papel de marginado y su lugar en el mundo, el circo o la reclusión, crea una comunidad propia y se defiende, dejando ver q los auténticos monstruos son los seres normales que les atacan y persiguen, a quienes el azar podría haberles castigado, también, con las mismas taras. Los fenómenos de feria están cansados de ser siempre las víctimas. Frente a la agresión plantean una fuerte solidaridad. Por eso, su venganza consistirá en convertir a la trapecista en uno de ellos. El “pavo real” del aire acabará haciendo honor a su nombre artístico, mediante un proceso de empatía forzosa, cargado de cruel ironía.